Considero que hay dos claves en la mejora del aficionado: primero entender qué ocurre cuando la cara del palo golpea la bola y cómo ese impacto está determinado en gran medida por lo que he hemos hecho antes de mover el palo, y segundo dedicar más atención a percibir lo que se está haciendo que a pensar en lo que se tiene que hacer.
Ambas cuestiones permiten cultivar una memoria muscular razonada. Y disfrutar de la variabilidad del SWING.
Por otro lado, mejorar el hándicap es algo que ocurre casi siempre. Basta con que juegues torneos en tu campo habitual y practiques de vez en cuando.
Pero casi todos queremos mejorar nuestro tiros y nuestro juego y que nuestra mejora se refleje de verdad.
Y en el propio afán de superación es donde surge un problema grave y común: muchos aficionados se dejan muchos trozos de pellejo en este asunto de la mejora con más voluntad que estrategia y bien acaban con un techo de mejora muy bajo, o desgraciadamente, aborreciendo el golf.
Miles de bolas mal golpeadas, en ocasiones con el resultado de más lesiones que otra cosa, numerosos consejos técnicos puntuales en directo o a través de videos, que no se asimilan y una sensación creciente de que las muchas horas de prácticas no son productivas y de que las pocas horas de campo no se disfrutan.
Se malgasta el margen de mejora llegando a un punto aparentemente insuperable, aparece la frustración y a veces su peor consecuencia: se abandona el golf.
Otras muchas veces, el avance estéril convierte al aficionado en un jugador muy limitado: errores técnicos crónicos, mucha o poca práctica pero casi siempre sin provecho y tiros específicos apenas entrenados. Y lo peor, una pérdida de consistencia y de confianza en nuestras posibilidades cada vez que salimos al campo.
En la entrada ‘Narración de un par 4’ el jugador rojo del relato representa este comportamiento.
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Sergio Rosales