¿Velocidad o impacto?

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‘La potencia sin control no sirve de nada‘, rezaba un anuncio de neumáticos con Carl Lewis como protagonista, para resaltar la trascendencia de la adherencia respecto a la potencia del motor de un coche. Por muy potente que el motor sea, si no se transmite adecuadamente al suelo, el coche no correrá.

En el juego largo y especialmente con las maderas, se asimila la potencia del motor del coche con la fuerza aplicada en el swing. Por su parte, la fuerza del swing se asocia con la velocidad que se imprime a la cabeza del palo y por último, esta velocidad de la cabeza del palo se relaciona con la distancia de la bola: cuanta más fuerza, más velocidad y cuanta más velocidad más lejos volará la bola.

Pero no es así. Por mucha velocidad con la que la cabeza del palo llegue a la bola, si el impacto no es bueno, la bola no volará lo deseado. O volará muy mal. O simplemente no volará. Si no se transmite adecuadamente la velocidad de la cabeza del palo, la bola no cumplirá expectativas. Y si no cumplimos expectativas surge la frustración. ¿Te suena de algo?

En realidad, no se trata de aumentar la velocidad, sino de mejorar las condiciones del impacto. Más que golpear muy deprisa hay que golpear muy bien, en muy buenas condiciones para poder transferir la máxima energía de la cabeza del palo a la bola.

Ya conocemos estas condiciones ideales: una trayectoria de la cabeza del palo dirigida hacia nuestro objetivo, una alineación de la cara del palo recta o escasamente abierta/cerrada según el efecto que se pretenda y sobre todo un impacto bien horizontal o ligeramente descendente si la bola reposa sobre la hierba, bien horizontal o ligeramente ascendente si la bola está sobre el tee.

Son condiciones demasiado sutiles incluso para los profesionales. Para los aficionados nada fáciles de conseguir y mucho menos de reproducir. Pero su mejora influye en la distancia mucho más que la velocidad del palo. ¿Por qué?

Pensar en fuerza destruye el swing porque provoca un exceso de tensión en los músculos (que realmente es una contracción de demasiados músculos) y conduce normalmente a un swing rígido y a impactos muy imperfectos, de manera que por mucha velocidad que lleve la cabeza del palo, no se reflejará en grandes distancias; pero sí probablemente en grandes desviaciones laterales o escasa altura. Es decir, en golpes fallidos.

Curiosamente todos los aficionados somos capaces de imprimir una velocidad razonable a la cabeza del palo más que suficiente para impulsar la bola muy lejos y muy recta, pero sin embargo nos empeñamos en ‘darle fuerte a la bola’.

Si nuestra imagen mental no fuera la de golpear la bola con mucha velocidad, sino la de transferir lo mejor posible esa velocidad de la cabeza del palo a la bola, las cosas cambiarían a mejor. Al olvidarnos de la velocidad nuestro swing sería mucho menos tenso y mucho más fluido.

Y con menor velocidad y un swing más suelto, las probabilidades de un buen impacto son mucho mayores. La bola volará más y mejor.

Como prueba basta con observar a una aficionada de nivel medio con una madera en las manos. Su bolas vuelan altas, lejos y rectas.

Ellas pueden consiguen grandes distancias y lo más importante, tiros muy precisos, con menores velocidades de palo. Desarrollan un swing suelto y natural y se enfocan en golpear muy bien a la bola, no en golperarla muy fuerte.

Tenemos mucho que aprender de la delicadeza del impacto del swing femenino.

En el golf: ‘La velocidad sin impacto vale de poco’.

 

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Sergio Rosales

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