El golf es en sí mismo algo complejo. Todo lo que se hace bien para darle a la bola es siempre necesario pero nunca es suficiente.
Muchas de las cosas que se hacen por cuenta propia para corregir un error solo consiguen acentuar el problema.
Y muchas de las cosas que no se hacen bien ocurren antes de mover el palo.
En nuestros tiempos se busca a menudo soluciones inmediatas y definitivas. Pero en mi opinión, lo único inmediato en el golf es el vuelo de la bola después del impacto y lo único concluyente es la variabilidad intrínseca del swing.
Esta necesidad de soluciones rápidas crea en ocasiones falsas expectativas que de no alcanzarse pronto – y en el golf no se alcanza nada pronto – generan desánimo y frustración.
En el golf no hay soluciones inmediatas ni fórmulas mágicas, pero existen maneras de no pasarlo mal. Incluso de aprender antes y mejor de lo previsto.
Algunas claves interiores son las siguientes:
- Aprender divirtiéndose, como un niño. Sin intentarlo, solo esforzándose
- Aumentar nuestra propia confianza. Somos capaces de darle a la bola mucho mejor de lo que pensamos
- Avanzar mediante un ‘aprendizaje combinado’ que conjugue la percepción de las propias sensaciones del swing con la cadena causa-efecto del impacto
- Ir de lo fácil a lo difícil
- Ejecutar cada swing sintiendo lo que se hace más que pensar en lo que se debería haber hecho
- Asumir la propia variabilidad del swing. Vivir con nuestro swing de cada día
En definitiva, asumir la dificultad del swing no como una meta de superación, sino como una oportunidad para la diversión. Si aprendes divirtiéndote, mejoras.
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Sergio Rosales