A pesar de su trascendencia en el campo, el juego corto es mucho menos practicado que el juego largo.
Citaré algunas razones de su importancia:
- Los jugadores profesionales alcanzan un máximo del 70% de greens en regulación. Es decir, en cada partida tienen que realizar golpes de recuperación alrededor del green en seis de los dieciocho hoyos. Para los aficionados los términos se invierten y tenemos que recuperar alrededor del green en dos de cada tres hoyos.
- Conforme más cerca esté la bola del hoyo, más difícil es recuperar un golpe malo. De hecho si se falla un putt de menos de un metro, ya no se recupera.
- Si queremos que nuestra tarjeta refleje nuestra mejora hay que centrarse en tres aspectos, dos de ellos del juego corto: tiros desde bunker de green, chipping rodados y puts largos.
En realidad son golpes más sencillos que complejos, de swing reducido con un stance y una orientación específicas. Constituyen la faceta más rica del juego.
Es cierto que su práctica requiere una mayor concentración, pero es muy divertida y variada.
Nuestra aversión a estos golpes es casi siempre una barrera mental más que una dificultad técnica. Un mecanismo de protección de nuestro ego. Podemos fallar un golpe en la alfombrilla, eso le pasa a cualquiera. Pero si en el bunker golpeamos la arena sin que la bola se mueva o si a un metro del green topamos la bola y lo cruzamos velozmente, podemos sentirnos mal y evitamos el riesgo del fallo.
El juego corte se mejora más con actitud que con aptitud.
Su práctica es el tiempo mejor empleado en cualquier sesión de entrenamiento.
Además aprendemos a reírnos de nosotros mismos.
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Sergio Rosales